«Camina con pasos de gigante. Ve por todo el mundo, proclama la Buena
Nueva, enjuga las lágrimas del dolor; reanima los corazones
desalentados, reúne los corazones divididos, abraza el mundo con el
ardor de tu amor, acaba con lo que debe ser destruido, deja en pie sólo
la verdad, la justicia, el amor».
Pero, Señor, ¡yo conozco mi
debilidad! Líbrame del egoísmo, de mis seguridades, para que no tema el
sufrimiento que desgarra. Soy muy indigno de ser apóstol. Hazme fuerte
ante las dificultades. Haz que no me preocupe de la sabiduría del mundo.
Acepto ser tratado como loco por Jesús. Quiero ponerme a
prueba, dispuesto a todas las consecuencias, despreocupado de todas
ellas, porque me has enseñado a afrontar todo. Si me ordenas dirigir
valerosos mis pasos hacia la Cruz, me dejaré crucificar. Si me ordenas
entrar en el silencio de tu tabernáculo hasta el fin de los tiempos, entraré en él con pasos aventurados. Perderé todo: pero me quedarás Tú.
Allí estará tu amor para inundar mi corazón. Mi felicidad será total. Y
por eso repito: Te he elegido. Sólo te quiero a Tí y tu Gloria.
Cardenal François Xavier Nguyen Van Thuan