viernes, 31 de mayo de 2013

"Te he elegido"

«Camina con pasos de gigante. Ve por todo el mundo, proclama la Buena Nueva, enjuga las lágrimas del dolor; reanima los corazones desalentados, reúne los corazones divididos, abraza el mundo con el ardor de tu amor, acaba con lo que debe ser destruido, deja en pie sólo la verdad, la justicia, el amor».

Pero, Señor, ¡yo conozco mi debilidad! Líbrame del egoísmo, de mis seguridades, para que no tema el sufrimiento que desgarra. Soy muy indigno de ser apóstol. Hazme fuerte ante las dificultades. Haz que no me preocupe de la sabiduría del mundo. Acepto ser tratado como loco por Jesús. Quiero ponerme a prueba, dispuesto a todas las consecuencias, despreocupado de todas ellas, porque me has enseñado a afrontar todo. Si me ordenas dirigir valerosos mis pasos hacia la Cruz, me dejaré crucificar. Si me ordenas entrar en el silencio de tu tabernáculo hasta el fin de los tiempos, entraré en él con pasos aventurados. Perderé todo: pero me quedarás Tú. Allí estará tu amor para inundar mi corazón. Mi felicidad será total. Y por eso repito: Te he elegido. Sólo te quiero a Tí y tu Gloria.

Cardenal François Xavier Nguyen Van Thuan

viernes, 24 de mayo de 2013

Quinto anuncio del Espíritu Consolador

"Todavía tengo muchas cosas que decirles, pero ustedes no las pueden comprender ahora. Cuando venga el Espíritu de la Verdad, él los introducirá en toda la verdad, porque no hablará por sí mismo, sino que dirá lo que ha oído y les anunciará lo que irá sucediendo.  El me glorificará, porque recibirá de lo mío y se lo anunciará a ustedes. Todo lo que es del Padre es mío. Por eso les digo: «Recibirá de lo mío y se lo anunciará a ustedes»"
(Jn 16, 12-15)

     Cristo nos llamó hoy a su presencia porque busca un diálogo con cada uno de nosotros. Quiere mirarnos a la cara y hablarnos directo al corazón. Muchas veces las cosas terrenales nos pasan por arriba, y nos olvidamos de hacernos un tiempo para Él, nos olvidamos de escucharlo aunque Él nunca deje de gritarnos que está acá para nosotros, y que nos ama. Pensemos cuales son aquellas cosas que no nos dejan escucharlo. Dejemos de lado todo lo que no viene de Dios y dispongámonos a ver la realidad desde sus ojos, a desapegarnos de las cosas de la Tierra y, así, poder comprender, hoy y siempre, un poco mejor lo que intenta decirnos.

“Cuando venga el Espíritu de la Verdad, él los introducirá en toda la verdad”

     Al recibir el Espíritu Santo que Jesús nos envía, jugamos con una carta a nuestro favor; Él viene a darnos claridad sobre el hombre, el pecado, el juicio, la salvación, los misterios de Dios y lo que Él espera de nosotros. Éste versículo me recuerda las palabras de Jesús: “Yo soy el camino, la verdad y la vida, nadie va al Padre sino por mí.”  El Espíritu de la Verdad viene para ayudarnos a recordar las palabras del Maestro, así como también para iluminarnos para que podamos interpretar su vida en la Tierra. ¿Quién mejor acaso que éste Espíritu que estuvo presente en toda la vida de Jesús, desde el embarazo de María, para hacernos capaces de conocerlo y amarlo cada vez más?

“No hablará por sí mismo, sino que dirá lo que ha oído y les anunciará lo que irá sucediendo. El me glorificará, porque recibirá de lo mío y se lo anunciará a ustedes.”

     Jesús no nos deja solos, promete enviarnos su Espíritu con una misión: abrirnos los ojos para que podamos ver la mano de Dios interviniendo en nuestra vida cotidiana y agarrándonos fuerte cuando así lo necesitamos. Desde el principio, Jesús enseñó que el Espíritu no hablaría de sí mismo sino de Él. De este modo, les propongo que no sea hoy nuestra intención un tanto egoísta de sentir al Espíritu; pidamos más bien la capacidad de dejarlo entrar en nuestros corazones para que nuestra vida y nuestros actos sean movidos por Él. De este modo, las enseñanzas de Jesús que Él nos ayuda a comprender volverán a vivir en cada uno de nosotros, llenos de su Espíritu. Veremos así que, a pesar de vivir en una época y sociedad donde las certezas son muy pocas, además de invadirnos con una sensación de profunda felicidad y seguridad, también el Espíritu nos anunciará lo que va a seguir: un fuerte deseo de salir a anunciar el amor de Dios y compartirlo. Tomémonos un tiempo para pensar en qué momentos de nuestra vida cristiana nos sentimos movidos por el Espiritu Santo. 


"Todo lo que es del Padre es mío. Por eso les digo: «Recibirá de lo mío y se lo anunciará a ustedes»” 

     El Espíritu tiene una misión por parte del Padre y del Hijo, Él es el primero por el que la historia de Jesús toma forma, es Él quien lo moviliza a que sus actos como Hijo de Dios sean grandes y tomen sentido para todos los hombres. Se nos presenta la tercera persona de la Santísima Trinidad, sólo para glorificar a Dios. Sigamos por un lado este ejemplo de hacernos chicos al lado de quien todo lo puede y dediquemos nuestra vida a compartirlo y reflejar la paz y alegría que genera conocerlo.

     Por otro lado, tomemos la enseñanza del primer Pentecostés, cuando hace 2000 años los apóstoles proclamaron en distintas lenguas para que nadie sea privado de su testimonio. Con la misma unidad que reflejan el Padre, Hijo, y el Espíritu Santo, y con la misma unión de los apóstoles abramos nosotros también las puertas de nuestra Iglesia y, como lo pide el Papa, salgamos a llevar, bajo la luz del Espíritu, nuestra verdad de amor filial con Dios, que hoy somos afortunados de sentir, a los demás. 
     Si alguien tiene el Espíritu de Jesús, realiza los mismos gestos de Jesús: anuncia la palabra de Jesús; repite la oración de Jesús; perpetúa en la fracción del pan la acción de gracias de Jesús, y vive unido con los demás creyentes compartiendo con ellos. 

     Sin el Espíritu Santo, Dios quedaría lejos, Cristo pertenecería al pasado, el Evangelio sería letra muerta, la Iglesia, una organización más, la autoridad, un dominio, la misión, una propaganda, el culto, una evocación, el obrar cristiano, una ley moral. Pero con Él, el cosmos se eleva y gime en la infancia del Reino, Cristo ha resucitado, el Evangelio es potencia de vida, la Iglesia, comunión Trinitaria, la autoridad, servicio liberador, la misión, Pentecostés, el culto, memorial y anticipación, el obrar humano, realidad divina.

viernes, 17 de mayo de 2013

Primer anuncio del Espíritu Consolador

"Si ustedes me aman, guardarán mis mandamientos, y yo rogaré al Padre y les dará otro Protector que permanecerá siempre con ustedes, Jesús le respondió: «Si alguien me ama, guardará mis palabras, y mi Padre lo amará. Entonces vendremos a él para poner nuestra morada en él. El que no me ama no guarda mis palabras; pero el mensaje que escuchan no es mío, sino del Padre que me ha enviado. Les he dicho todo esto mientras estaba con ustedes. En adelante el Espíritu Santo, el Intérprete que el Padre les va a enviar en mi Nombre, les enseñará todas las cosas y les recordará todo lo que yo les he dicho."
(Jn 14,15-16.23b-26)

    El evangelio nos presenta a un Jesús cercano. Un Jesús amigo. Que busca nuestra salvación. Y no se cansa de hacerlo. Un Jesús que está presente, y no se olvida en ningún momento de nosotros. Que nos ama, y que insiste en mejorar nuestra vida. “Si ustedes me aman, guardarán mis mandamientos, y yo rogaré al Padre y les dará otro Protector que permanecerá siempre con ustedes”
   Pensemos. Desconectémonos del ritmo de la semana, y recordemos momentos de nuestra vida donde estuvo presente este Jesús que nos invita a vivir como Él. Cada uno de nosotros guarda cosas de su vida en su corazón. Jesús nos ofrece cargar con todo lo que nos pesa. Allí, en lo secreto, Él nos escucha siempre."

“Si alguien me ama, guardará mis palabras, y mi Padre lo amará. Entonces vendremos a él para poner nuestra morada en él.”

    En esta oración no existen los grises. Jesús es claro. Y nos recuerda que no se puede llegar al Padre si no es por Él.
   Nuestro modelo a seguir, nuestro ideal es Él. Y fuera de Él no hay nada. Pensemos ¿cuántas veces nos olvidamos de esto? ¿Cuántas veces pensamos que podemos solos? Es por eso que Él nos recuerda esto. Pues debemos acordarnos que Cristo nos ama. Y debemos hacerlo todos los días, a todo momento.

“Yo soy la luz del mundo; el que me sigue no andará en tinieblas, sino que tendrá luz de vida”

    Quien se encuentra en ese altar, nos dio palabras de vida eterna. “…el mensaje que escuchan no es mío, sino del Padre que me ha enviado. Les he dicho todo esto mientras estaba con ustedes.”
   Y Jesús elije quedarse con nosotros. Elije acompañarnos siempre en este camino de encuentro. No nos abandona, sino que nos deja el mensaje más valioso de todos. Nos deja la buena noticia.

“Yo soy el pan de vida; el que viene a Mí nunca tendrá hambre; el que cree en Mí nunca tendrá sed”

    Jesús sufrió por nosotros. Murió por nosotros. Pero Jesús resucitó. Y está con nosotros. Y nos ama. Y espera siempre que vayamos a su encuentro. Que escuchemos sus palabras, y que nos dejemos guiar por Él.

“Yo soy el Camino, la verdad y la vida.” “Todo aquel que crea y viva en Mí, no morirá jamás.” 

viernes, 10 de mayo de 2013

Aparición a los discípulos

"Jesús dijo a sus discípulos: «Todo esto estaba escrito: los padecimientos del Mesías y su resurrección de entre los muertos al tercer día. Luego debe proclamarse en su nombre el arrepentimiento y el perdón de los pecados, comenzando por Jerusalén, y yendo después a todas las naciones, invitándolas a que se conviertan. Ustedes son testigos de todo esto. Ahora yo voy a enviar sobre ustedes lo que mi Padre prometió. Permanezcan, pues, en la ciudad hasta que sean revestidos de la fuerza que viene de arriba.» Jesús los llevó hasta cerca de Betania y, levantando las manos, los bendijo. Y mientras los bendecía, se separó de ellos y fue llevado al cielo. Ellos se postraron ante él. Después volvieron llenos de gozo a Jerusalén, y continuamente estaban en el Templo alabando a Dios."
(Lc 24, 46-53)

    La celebración de la Ascensión del Señor debe llevarnos a darle una mirada retrospectiva a nuestro camino con Jesús para agradecer y alabar a Dios por todo lo que ha hecho por nosotros, pero también debe orientar nuestra mirada hacia delante: hacia el futuro de la evangelización y el compromiso con la transformación del mundo, porque la obra salvífica de Jesús continúa en el mundo a través de nuestro testimonio.

   Jesús le presenta a sus discípulos el contenido del anuncio misionero. ¿El “kerigma” está en el centro de mi fe? ¿Mi vida es una demostración de la eficacia que tiene la pascua de Cristo para transformar una vida entera y a fondo? ¿Qué cambios significativos se han dado en mi vida en esta Pascua?
   Jesús confirma a sus discípulos como sus testigos. ¿Me considero un evangelizador? ¿Me preocupo por anunciar a Jesús, en primer lugar con mi testimonio de vida? ¿Cómo apoyo a la Iglesia en la tarea misionera?

   Jesús promete el poder de lo alto. ¿Trato de enfrentar las tareas y los desafíos de la misión con mis solas fuerzas, buscando protagonismo personal? ¿Tengo la valentía suficiente para anunciar a Jesús allí donde es más difícil? ¿Soy constante en mis esfuerzos?

   Jesús se despide de sus discípulos bendiciéndolos. ¿Cuál es la imagen de Jesús que con mayor frecuencia me viene a la mente? ¿Veo mi vida bajo las manos extendidas de Jesús implorando sobre mí las bendiciones que ofreció a lo largo de todo el Evangelio?

   Los discípulos pronuncian el gran “Amén” del Evangelio en una alabanza continua en la comunidad reunida en el Templo. ¿Qué me dice esto? ¿“Dar gracias” es una característica notable de mi vida espiritual? ¿Por qué motivos alabo y bendigo a Dios en este tiempo pascual? 
  
    La vuelta de Cristo a su Padre es a la vez fuente de pena, porque implica su ausencia, y fuente de alegría, porque implica su presencia. De la doctrina de su Resurección y de su Ascensión brotan estas paradojas cristianas a menudo mencionadas en la Escritura: estamos afligidos, pero siempre alegres, "pobres, pero que enriquecen a muchos" (2Co 6,10).
   Tal es en efecto nuestra condición presente: perdimos a Cristo y lo encontramos; no lo vemos y sin embargo lo percibimos. “Estrechamos sus pies” (Mt 28,9), pero Él nos dice: "no me retengas" (Jn 20,17). ¿Cómo es esto? El caso es que perdimos la percepción sensible y consciente de su persona; no podemos mirarlo, oírlo, hablar con él, seguirlo de lugar en lugar; pero gozamos espiritualmente, interiormente, mentalmente y realmente de su vista y de su posesión: una posesión más efectiva y presente que aquella de la que los apóstoles gozaban en los días de su carne, justamente porque es espiritual, justamente porque es invisible.

   Sabemos que en este mundo cuanto un objeto está más cerca, menos podemos percibirlo y comprenderlo. Cristo está tan cerca de nosotros en la Iglesia cristiana, llegando a decir, que no podemos fijar en Él la mirada o distinguirlo. Entra en nosotros, y toma posesión de la herencia que adquirió. No se nos presenta, sino que nos toma con él. Nos hace sus miembros... No lo vemos; Conocemos su presencia sólo por la fe, porque está por encima de nosotros y en nosotros. Así, estamos afligidos, porque no somos conscientes de su presencia..., y nos regocijamos porque sabemos que lo poseemos: "sin haberlo visto, le amáis, y sin contemplarlo todavía, creéis en él, y así os alegráis con un gozo inefable y radiante, alcanzando así la meta de vuestra fe: la salvación de vuestras almas".

sábado, 4 de mayo de 2013

"Yo lo miro, Él me mira"

   San Juan María Vianney, el Santo Cura de Ars, en Francia, cuenta una historia bellísima:

   Un campesino llegaba por las tardes a su iglesia, se sentaba y no decía una palabra, ni tampoco hacía ningún acto, rezo, lectura de un libro o devocionario, o algún devoto movimiento especial.
El párroco curioso le pregunta: "Disculpe, pero estoy intrigado por sus visitas al templo… ¿Qué le hace venir todas las tardes? ¿A qué viene, si no lo veo rezar, ni arrodillarse, ni hacer ningún gesto o acto especial?"
    El campesino le mira y con humildad le dice: "Mire, yo vengo todos los días a ver a este Cristo y no sé qué decirle, entonces yo lo miro y Él me mira ... eso es todo..."  

   Tal vez entonces la adoración al santísimo no sea más que eso. Ponerse en frente de Cristo, donde las palabras sobran, donde solo lo podemos contemplar, mirarlo y dejar que nos mire. 

viernes, 3 de mayo de 2013

El regreso de Jesús

"El Espíritu Santo les recordará todo cuanto les he dicho. En aquel tiempo, Jesús dijo a sus discípulos: El que me ama, cumplirá mi palabra y mi Padre lo amará y vendremos a Él y haremos en Él nuestra morada. El que no me ama no cumplirá mis palabras. Y la palabra que están oyendo no es mía, sino del Padre, que me envió. Les he hablado de esto ahora que estoy con ustedes; pero el Paráclito, el Espíritu Santo que mi Padre les enviará en mi nombre, les enseñará todas las cosas y les recordará todo cuanto yo les he dicho. La paz les dejo, mi paz les doy. No se la doy como la da el mundo. No pierdan la paz ni se acobarden. Me han oído decir: 'Me voy, pero volveré a su lado'. Si me amaran, se alegrarían de que me vaya al Padre, porque el Padre es más que yo. Se los he dicho ahora, antes de que suceda, para que cuando suceda, crean."
(Jn 14, 23-29)

   El Evangelio de hoy comienza con la respuesta de Jesús a una pregunta de Judas, no el Iscariote: “Señor, ¿qué pasa para que te vayas a manifestar a nosotros y no al mundo?” (Jn 14,22). El apóstol hace esta pregunta ante una afirmación que Jesús había hecho, estableciendo una neta diferencia entre sus discípulos y el mundo: “Dentro de poco el mundo ya no me verá, pero vosotros sí me veréis” (Jn 14,19).
   Jesús responde a la pregunta del apóstol con una clara distinción: “Si alguno me ama, guardará mi Palabra... el que no me ama, no guarda mis palabras”. Es un criterio para discernir quien es parte del mundo y está excluido de la visión de Cristo y quién es su discípulo y goza de esta visión. El criterio verdadero es el amor a Jesús; pero este criterio es difícil de verificar. Por eso
Jesús señala un criterio más claro: “Guardar su Palabra”. El mundo no escucha la palabra de Jesús y no la guarda.

   Respecto de sus discípulos –los que guardan su palabra- Jesús agrega: “Mi Padre lo amará y vendremos a él y haremos morada en él”. Respecto del mundo el mismo apóstol Juan escribe a los jóvenes: “No améis el mundo ni lo que hay en el mundo; si alguien ama al mundo, el amor del Padre no está en él” (1Jn 2,15). La diferencia entre los discípulos de Cristo y el mundo es que en los discípulos está el amor de Dios y en el mundo no está el amor de Dios.
   ¿Por qué es tan importante guardar la palabra de Jesús? Él mismo responde: “La palabra que escucháis no es mia, sino del Padre que me ha enviado”. Jesús hizo resonar en el mundo la palabra de Dios; Jesús es, en toda su realidad, la Palabra de Dios hecha carne dirigida al mundo. Esta es la Palabra que hay que acoger, pues “a todos los que la acogieron les dio el poder de hacerse hijos de Dios” (Jn 1,12), es decir, de realizar la vocación sublime a la cual está llamado todo ser humano.

   En esa misma última cena Jesús dijo a sus discípulos: “Salí del Padre y he venido al mundo; ahora dejo otra vez el mundo y voy al Padre” (Jn 16,28). Si él ya no está en el mundo, ¿cómo podemos escuchar su palabra hoy y guardarla? Hay un solo modo: escuchando a su Iglesia hoy. Antes de volver al Padre Jesús envió a sus discípulos así: “Como el Padre me envió a mí, así os envío yo a vosotros” (Jn 20,21). A ellos les prometió: “Yo estaré con vosotros todos los días hasta el fin del mundo” (Mt 28,20). A ellos le dijo: “Quien a vosotros escucha, a mí me escucha; quien a vosotros rechaza, a mí me rechaza” (Lc 10,16). A ellos les advirtió: “Si a mí me han perseguido, también os perseguirán a vosotros; si han guardado mi Palabra, también guardarán la vuestra” (Jn 15,20).
   Jesús establece una perfecta equivalencia entre su palabra y la de su Iglesia, expresada por sus legítimos pastores. En el tema del respeto y defensa de la vida humana concebida en el seno materno se está dando hoy en Chile una clara distinción entre los que guardan la palabra de Cristo y los que no la guardan. Es la distinción entre los que escuchan la palabra de los legítimos pastores de la Iglesia y los que no la escuchan.

   Debemos confesar que creemos en el amor, creemos en la eficacia del amor para responder a las posibilidades del ser humano. Creemos en la eficacia del amor para responder a todos los problemas del hombre, de todo tiempo, de todos los lugares. ¡Y sentimos un impulso intenso que nos lleva a dar testimonio del amor, a proclamar que el amor es real, que no es una quimera, que no es un sueño romántico! Creemos que el amor es el lenguaje de Dios. Creemos que Cristo Jesús, todo amor, es el Salvador. Que el Señor es la Verdad que da vida. Que Jesús es el amor que libera a los hombres, que Jesús es el amor que libera a los pueblos, que nos enseña a todos a ser cada vez más humanos. Creemos que Cristo Jesús es el único liberador. Creemos que es el Señor Jesús quien me introduce en la dinámica de la liberación, creemos que es el Señor Jesús el que me introduce en la dinámica del amor, desde lo profundo de nuestro ser, desde lo hondo de nuestro corazón. Amén.