viernes, 5 de julio de 2013

Los discípulos enviados a misionar

"Después de esto, el Señor designó a otros setenta y dos, y los envió de dos en dos para que lo precedieran en todas las ciudades y sitios adonde él debía ir. Y les dijo: «La cosecha es abundante, pero los trabajadores son pocos. Rueguen al dueño de los sembrados que envíe trabajadores para la cosecha. ¡Vayan! Yo los envío como a ovejas en medio de lobos. No lleven dinero, ni alforja, ni calzado, y no se detengan a saludar a nadie por el camino. Al entrar en una casa, digan primero: «¡Que descienda la paz sobre esta casa!».Y si hay allí alguien digno de recibirla, esa paz reposará sobre él; de lo contrario, volverá a ustedes. Los setenta y dos volvieron y le dijeron llenos de gozo: «Señor, hasta los demonios se nos someten en tu Nombre». Él les dijo: «Yo veía a Satanás caer del cielo como un rayo. Les he dado poder de caminar sobre serpientes y escorpiones y para vencer todas las fuerzas del enemigo; y nada podrá dañarlos. No se alegren, sin embargo, de que los espíritus se les sometan; alégrense más bien de que sus nombres estén escritos en el cielo»"
(Lc 10, 1-6, 17-20)

     Espíritu Santo, llena los corazones de tus fieles y enciende en nosotros ese mismo fuego que ardía en el corazón de Jesús, mientras hablaba del Reino de Dios.  Haz que este fuego nos sea comunicado de la misma manera que se comunicó a los discípulos de Emaús.  Haz que no nos dejemos vencer o turbar por la abundancia de las palabras,  sino que detrás de ellas busquemos el fuego que se comunica e inflama nuestros corazones. 
     
     Después de esto, el Señor designó a otros setenta y dos, y los envió de dos en dos para que lo precedieran en todas las ciudades y sitios adonde él debía ir. Y les dijo: «La cosecha es abundante, pero los trabajadores son pocos. Rueguen al dueño de los sembrados que envíe trabajadores para la cosecha.

     La cosecha es abundante, pero los trabajadores son pocos. La frase viene en el contexto de todas las veces que Jesús usó la viña o el sembrado como el Reino de Dios. Un reino que necesita trabajadores, pero los trabajadores son pocos. Jesús nos invita a ser participes del Reino, a trabajar por Él. Los hombres somos continuadores de la creación de Dios y cada uno lo hace en su forma. Podemos aprovechar este momento con Jesús para pensar qué hacemos nosotros por el Reino.

"No se alegren de que los espíritus se les sometan; alégrense más bien de que sus nombres estén escritos en el cielo"  ¿De qué nos alegramos nosotros?

     Padre, me pongo en tus manos, haz de mí lo que quieras, sea lo que sea, te doy las gracias. Estoy dispuesto a todo, lo acepto todo, con tal que tu voluntad se cumpla en mí, y en todas tus criaturas. No deseo nada más, Padre. Te confío mi alma, te la doy con todo el amor de que soy capaz, porque te amo. Y necesito darme, ponerme en tus manos sin medida, con una infinita confianza, porque Tú eres mi Padre.