viernes, 6 de diciembre de 2013

Predicación de Juan el Bautista

"En aquel tiempo se presentó Juan el Bautista, proclamando en el desierto de Judea: 'Conviértanse, porque el Reino de los Cielos está cerca'. A él se refería el profeta Isaías cuando dijo: Una voz grita en el desierto: Preparen el camino del Señor, allanen sus senderos. Juan tenía una túnica de pelos de camello y un cinturón de cuero, y se alimentaba con langostas y miel silvestre. La gente de Jerusalén, de toda la Judea y de toda la región del Jordán iba a su encuentro, y se hacía bautizar por él en las aguas del Jordán, confesando sus pecados. Al ver que muchos fariseos y saduceos se acercaban a recibir su bautismo, Juan les dijo: 'Raza de víboras, ¿quién les enseñó a escapar de la ira de Dios que se acerca? Produzcan el fruto de una sincera conversión, y no se contenten con decir: Tenemos por padre a Abraham. Porque yo les digo que de estas piedras Dios puede hacer surgir hijos de Abraham. El hacha ya está puesta a la raíz de los árboles: el árbol que no produce buen fruto será cortado y arrojado al fuego. Yo los bautizo con agua para que se conviertan; pero aquel que viene detrás de mí es más poderoso que yo, y yo ni siquiera soy digno de quitarle las sandalias. El los bautizará en el Espíritu Santo y en el fuego. Tiene en su mano la horquilla y limpiará su era: recogerá su trigo en el granero y quemará la paja en un fuego inextinguible'."
(Mt 3,1-12)

"Conviértanse, porque el Reino de los Cielos está cerca"

     El Evangelio nos prepara para la venida del Mesáas. Nos prepara para la llegada de Jesús a nuestras vidas. A nuestro corazón.Quien prepara el terreno es Juan. Tiene una misión fundamental. Juan no se guarda el amor de Jesús para sí. Sino que lo comparte con los demás. Él transmite y anuncia la llegada de Jesús. Y lo hace desde la humildad y la sencillez, a través de las acciones y sacramentos. Él entendió el amor de Jesús.Cuánto tenemos nosotros que aprender de Juan el Bautista.

“Produzcan el fruto de una sincera conversión…”

     La verdadera conversión no consiste sólo en simples ritos religiosos, sino en una transformación profunda de la persona, que pasa de la indocilidad a Dios, a una obediencia sincera a Él en todas las cosas, tanto en las más importantes de la vida como en las más pequeñas. Ser verdaderamente dóciles a Dios con amor: ésa es la verdadera conversión.
     Juan también es severo con los pecadores. Venían a él muchos fariseos y saduceos para que los bautizara. Tienen fama de ser gente de bien; pero Juan los reprende con fuerza: “raza de víboras”.

     El profeta lee en sus corazones y ve que, en realidad, su amor por el señor no es sincero. Y no es lo suficientemente grande para dejarse moldear por Él. Pidamos al Señor la docilidad del corazón. Para que no seamos como los fariseos y saduceos. Para que Jesús sea quien nos guie en la vida, y nos permita descubrir la alegría de esta buena noticia que Juan anuncia. Ofrezcamos al señor todas nuestras miserias para que sea Él quien nos transforme. Dejémonos transformar por Cristo. Él hace nueva todas las cosas.